El
propósito del curso de postgrado es contribuir con la comprensión
y el diseño de las organizaciones públicas en Venezuela
teniendo como marco conceptual de referencia el Desarrollo Endógeno.
El trabajo en el postgrado consistirá en la comprensión
del sentido del Desarrollo Endógeno a través de una revisión
crítica de su concepto. Esta revisión crítica está
centrada en la pertinencia y relevancia del concepto de Desarrollo Endógeno
para la constitución de una sociedad autopoiética, es
decir, de una sociedad que desarrolla la capacidad de crearse a sí
misma. La constitución de esta sociedad supone el proceso de
reconstrucción de un substrato cultural que constituya de forma
holística los espacios de encuentro entre los miembros de la
sociedad y las formas de gobierno que para esa sociedad se definen.
Sobre esa base se esclarecen los fundamentos conceptuales para la transformación
estructural de las instituciones públicas en Venezuela y la reflexión
metodológica para comprender el aporte de la Sistemología
Interpretativa.
Intentar explicar el sentido que tiene el estudio de esta temática,
requiere desplegar las condiciones en las cuales se formula la pregunta
por el sentido de las organizaciones públicas en la Venezuela
del presente. Para ello se presentan dos escenas. La primera está
referida a la necesidad de una plataforma sistémica para el estudio
y diseño de las organizaciones públicas y el problema
del desarrollo. La segunda está referida al problema de la legitimidad
y constitución del bien público en las sociedades marginalmente
modernas, como lo es el caso de la sociedad venezolana y, en general,
de la sociedad latinoamericana.
La búsqueda de una plataforma sistémica para el
estudio de la sociedad y el desarrollo como problema
El concepto de desarrollo es quizás uno de los más frecuentemente
citados a la hora de definir, justificar y llevar a cabo procesos de
investigación en las sociedades denominadas subdesarrolladas
o en vía de desarrollo. No obstante, se ha partido generalmente
de una definición axiomática a partir de la cual se derivan
lógicamente un conjunto de tareas y políticas a las cuales
se les asocia de manera inmediata un conjunto de atributos y bondades
que debieran servir para alcanzar estados que indiquen tendencias incuestionables
de alcanzar la elusiva meta del desarrollo.
De este modo, el desarrollo se ha asumido como el resultado de un proceso
técnico de definición de medios para alcanzar un fin incuestionable.
En este proceso de tecnificación del desarrollo se asume que
la población constituye una variable más que se comporta
según cánones generalmente asociados a las estadísticas
biométricas y, en los casos de mayor complejidad, a través
de la definición e identificación de espacios de actuación
asociados a formas de organización en términos de intereses
particulares o sectoriales. Es decir, en el proceso de tecnificación
del desarrollo el ser humano se le transforma en tanto que individuo
en expresiones antropométricas y biométricas. En colectivo,
se le asocia con comportamientos racionales estratégicos de cálculo
egocéntrico de beneficios.
El desarrollo aparece así en un espectro asociado a la negociación
de intereses en un marco liberal hasta el seguimiento automático
de políticas centralizadas asociadas a las formas de gobierno
denominadas comunistas. En todo caso, el espectro deja por fuera, la
razón por la cual se pone en marcha todo un sistema de recursos
naturales, organizacionales, institucionales y finalmente, el sistema
de los denominados valores éticos o humanos que se dan en la
sociedad, a saber, el ser humano.
El desarrollo devino de construcción social a una forma imperativa
de ordenamiento de las sociedades en función de lo económico
y el mercado, quizás lo único que aún se sostiene,
a duras penas, después de la debacle de la fe en el progreso,
la técnica y la ciencia (E. Morin).
La irrupción del Desarrollo Endógeno implica algo más
que la actualización del discurso del desarrollo que continuamente
apela a adjetivos para renovar su discurso. Términos como económico,
industrial, humano, local, sustentable e incluso, endógeno se
van sucediendo para recobrar al desarrollo como la meta incuestionable
de toda sociedad. El punto de partida, del que los capítulos
de este libro pretenden parcialmente formar parte, es precisamente proponer
que el concepto de desarrollo implica un auténtico interrogar
de aquello que constituye las potencialidades de una sociedad, ya no
en términos de la noción de crecimiento, sino del despliegue
de aquello que constituye y enriquece a la sociedad misma.
Constituye pues un reto poder llevar el discurso del Desarrollo Endógeno
desde ámbitos vinculados fundamentalmente a la dinámica
productiva y económica a espacios de discusión y debate
que están asociados a hacer relativo y condicionar estas dimensiones
económicas a los procesos sociales, políticos y culturales
que rescaten la noción de política y de proyecto de sociedad
que paulatinamente se ha ido quedando abandonado por la pragmática
del consumo y el mercado.
Más aún, el auténtico proceso endógeno de
una sociedad obliga inevitablemente a la definición de los mecanismos
institucionales, educativos y de innovación con la cual la sociedad
no sólo responderá a la dinámica de la economía
global sino a la más local e importante dinámica de la
construcción de sociedades periféricas del desarrollo
que asumen ahora la tarea de incluso centrar sus esfuerzos en pensar
al desarrollo ya no como un proceso técnico sino como el más
grande reto que se plantea al conocimiento y la política de los
albores del siglo XXI: Asumir las diferencias culturales como un mecanismo
para entender la dinámica de la globalización como una
entre otras posibles dinámicas de intercambio de lo que la sociedad
produce, más allá de lo económico. En verdad, se
trata de fortalecer las competencias de las localidades no para insertarlas
en el mercado global sino, para desde una perspectiva más simple
y menos ambiciosa, generar y escalar las dinámicas de intercambio
a niveles que sean manejables para el entramado institucional, social
y económico de las colectividades.
En el ámbito del Pensamiento de Sistemas y en particular, en
la Sistemología Interpretativa, se ha tenido un interés
permanente por comprender el agotamiento de las fuentes de legitimación
en la sociedad moderna. Aspectos tales como: la relativización
del progreso, el deterioro sostenido de los recursos naturales, la creciente
pobreza en la mayoría de las naciones y el creciente dominio
de la racionalidad tecnológica en todos los ámbitos del
quehacer humano; son sólo algunos de los sintomas que van mostrando
la necesidad de un nuevo modo de conocer el mundo y de estar en el mundo.
Un modo de conocer que supere las limitaciones de la ciencia moderna,
que se han empezado a revelar como insalvables dentro de su propio seno.
Uno de los espacios sociales donde se hacen evidentes estos aspectos
de ruptura de la legitimidad de la sociedad, lo constituyen los sectores
marginados de la sociedad contemporánea. Desde estos sectores
comienzan a desarrollarse algunos esfuerzos buscando superar los procesos
de exclusión, fragmentación y alineación. Estos
esfuerzos se han ido convirtiendo, al menos en el discurso, en un potencial
mecanismo para adelantar procesos de cambio en la sociedad, y en consecuencia,
fueron considerados como instrumentos propicios para adelantar modos
alternos de concebir a la sociedad en su totalidad y los cuales podrían
dar lugar al desarrollo de formas distintas de aproximarse al estudio
y comprensión de los fenómenos sociales.
Sin embargo, la aparición de estos esfuerzos y de discursos como
el desarrollo endógeno no pueden entenderse como un evento aislado
que irrumpe abruptamente para permitir la alteración radical
de una forma de entender al ser humano, la sociedad, y en general, al
mundo. Desentrañar las circunstancias que han hecho posible la
aparición de estos esfuerzos y propuestas de cambio en el presente,
y de los discursos que las sostienen o se les oponen, constituyen tareas
fundamentales para poder comprender la organización de la sociedad
en su totalidad, en particular las organizaciones públicas, como
un fenómeno holístico que caracteriza a (y está
caracterizado por) la sociedad del presente.
De esta forma, podemos resumir en dos dimensiones la plataforma sistémica
para el estudio de las organizaciones públicas en el marco del
desarrollo endógeno. Una primera, referida a la exploración
de las condiciones de posibilidad de este tipo de desarrollo y los modos
de organización destinada a llevarlo adelante por parte de las
instancias públicas. La otra dimensión, tiene que ver
con la búsqueda del sentido del fenómeno de las organizaciones
públicas y el desarrollo endógeno en la sociedad contemporánea,
con el propósito de desentrañar los distintos significados
que acompañan al boom experimentado por este discurso de transformación
de la sociedad venezolana.
Para explorar, con mayor detalle, la naturaleza de la pregunta por el
sentido de la organización de la sociedad, es necesario considerar,
ahora, una escena más amplia: la referida a las condiciones de
la sociedad moderna periférica.
Las sociedades modernas periféricas y la búsqueda
del bien común
Entre los aspectos identificados como importantes (para el despliegue
de una forma de pensamiento distinta a la de la ciencia moderna), hemos
señalado el aparente agotamiento del discurso del progreso y
de la modernidad como fuentes de legitimación para la acción
en la sociedad. Este agotamiento del discurso legitimador moderno, presenta
algunas condiciones peculiares al ser comparado con otros momentos históricos
en los que cierto discurso legitimador fue objeto de crítica
y, finalmente, fue sustituido por otro.
Lo más peculiar de la crisis de legitimidad del discurso moderno,
radica en el reconocimiento de la naturaleza contingente de todo discurso
legitimador, cualquiera que sea su contenido. Es decir, la disputa ya
no es contra un discurso legitimador específico, sino contra
cualquier esfuerzo por fundar las acciones humanas sobre un discurso
que las legitime. La subversión de la legitimación adquiere,
así, un carácter más profundo de crisis, pues supone
que la pregunta por el sentido de las acciones humanas es accesoria
e irrelevante.
No obstante, esta subversión es incompleta, dado que aún
se sigue apelando a criterios normativos para evaluar las acciones:
expresiones como "eficiencia", "efectividad" y "eficacia",
dictan los criterios para evaluar las acciones colectivas o individuales.
Pero se ha extraviado la pregunta por los marcos o contextos en los
cuales estas expresiones adquieren sentido. Pregunta que se hace más
necesaria en la medida en que los diferentes modos posibles de evaluar
la acción social provengan de contextos implícitos que
sean contradictorios entre sí.
En las sociedades marginales (o periféricas) al discurso de la
modernidad, la crisis de legitimidad de la modernidad tiene importantes
efectos adicionales. Por una parte, la ruptura del discurso legitimador
moderno implica la relativización de las formas de producción
(económica, cultural, política y social) que fueron impuestas
o aprehendidas, de forma incompleta y fragmentaria, en estas sociedades
periféricas, acabando con las formas culturales propias de estas
sociedades. Por otra parte, es necesaria una comprensión crítica
de las ruinas del orden moderno para poder capitalizar la liberación
que supone, para estas sociedades, la crisis de la modernidad.
En resumen, a la sociedad periférica moderna le corresponde la
tarea de comprender y hacer propio el proceso de crisis de legitimación
de la modernidad, de tal forma que pueda generar un discurso legitimador
nuevo --el cual se hace posible porque la modernidad ha perdido su papel
fundador de la acción en la sociedad. Pero, además, debe
enfrentar el reto que supone la subversión de la legitimidad
de cualquier discurso que la pretenda. Esta tarea --de acabar con lo
anterior y ser capaz de construir algo nuevo sobre un terreno que continua
en movimiento-- supone un ejercicio crítico de construcción
de discursos legitimadores y de formas institucionales que lo apoyen.
Tal esfuerzo no está necesariamente limitado a las formas institucionales
modernas, sino a toda forma de organización o institución
que busca tener sentido en la sociedad contemporánea..
La creciente presencia de organizaciones formadas por la comunidad para
atender sus propias necesidades (o las necesidades de otros sectores,
considerados en situación de desventaja), no se puede justificar,
solamente, como resultado de una posible preocupación por los
problemas que aquejan a otros semejantes. Entre otros factores, es importante
destacar la aparente demanda o necesidad de una nueva trama de la acción
pública en Occidente. Se trata de una demanda que va más
allá de la crítica al Estado Benefactor, o de la crítica
a la ausencia de formas democráticas en la conducción
de los asuntos públicos.
Es plausible señalar que la necesidad o demanda de nuevos actores
en la acción pública, e incluso de una nueva trama --y
con ellos la aparición de nuevas formas de organización,
capaces de articular los intereses colectivos o comunitarios-- que permitan
superar los efectos indeseados de la modernización (exclusión,
marginalidad, pobreza, alienación) son manifestaciones de la
crisis de legitimidad en la sociedad moderna.
Todo lo anterior supone que la crisis de legitimidad en el espacio público
conduce a problemas de gobernabilidad en la sociedad, a dificultades
para la definición y realización del bien común
y, de manera más profunda, al problema de la racionalidad del
gobernar --que, se supone, alcanzó sus mayores logros en la modernidad.
La organización pública:
Considerando el escenario anterior, resulta importante estudiar las
formas de organización pública en Venezuela y en América
Latina. Sin embargo, su importancia va más allá de entender
el problema de la crisis de legitimidad que enfrenta la sociedad actual;
se trata, además, de desplegar otros posibles significados de
esta crisis en las condiciones particulares de la sociedad latinoamericana,
y en vista de la aparición de una demanda de reconstitución
del espacio público que, aunque claramente moderno, se ha convertido,
sin embargo, en fuente de crítica para las formas de organización
de la misma sociedad moderna.
Entre otros aspectos, es lícito preguntarse por la condición
de ficción social que el concepto de desarrollo y el estado-nación
encarnan en el quehacer público de nuestras sociedades. Para
comprender las condiciones de posibilidad históricas de ambos
en el presente, son definitivamente fundamentales las preguntas referentes
a la legitimidad misma del desarrollo endógeno y las organizaciones
del Estado, y a su papel legitimador en el presente momento de transición
(de formas institucionales modernas, a formas aún no claramente
establecidas para la definición del bien común y para
el ejercicio del gobierno).