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La Sistemología Interpretativa nació como corriente del pensamiento de sistemas en la confluencia de dos problemáticas. Por una parte, el desarrollo de una plataforma conceptual que pudiera dar cuenta satisfactoriamente de la intuición teórica fundamental que impulsó al enfoque de sistemas. Por la otra, la comprensión sistémica de las organizaciones públicas latinoamericanas. A continuación se presenta un breve resumen de la forma inicial que tomaron ambas problemáticas y el modo como ellas dieron un primer impulso a esta disciplina.

La trascendencia holística de los fenómenos

El enfoque de sistemas nació en el siglo XX con la pretensión de ser un modo revolucionario de estudiar los fenómenos, opuesto al de la ciencia moderna. En efecto, en la práctica científica se observaba una marcada tendencia a estudiar los fenómenos en separación de su contexto original, concentrándose exclusivamente en sus componentes internos. Tales componentes, a su vez, eran estudiados en separación de la unidad a la que pertenecían. Este procedimiento hacía que los fenómenos fueran "reducidos" a meros conjuntos de elementos dispersos, con lo cual se perdía de vista lo que ellos eran como un todo. El enfoque de sistemas resumía su crítica a tal reduccionismo bajo la forma de una simple proposición: "el todo es más que la suma de las partes". Esta crítica constituía, a la vez, la intuición teórica fundamental de sistemas, que debía ser el punto de partida para el desarrollo de un modo holístico de estudiar los fenómenos, orientado por el afán de entenderlos como totalidades. De acuerdo con lo anterior, esto significaba abordar los fenómenos (y sus partes) como entidades inseparables del contexto al que pertenecían.

Ahora bien; esta aspiración sistémica inicialmente fue entendida como un llamado a concentrarse en las relaciones del fenómeno —tanto las externas (con los demás fenómenos del entorno), como las internas (entre sus partes). Sin embargo, esta posición no era producto de una reflexión rigurosa en torno al problema de la trascendencia holística (la cualidad del todo de ser "más" que la mera suma de sus partes), sino que surgía de la suposición dogmática de que lo único que podía considerarse como "contexto" de una cosa eran sus relaciones con otras cosas. La respuesta al problema de la trascendencia holística, implícita en tal suposición, era que el "todo" de un fenómeno era "más que la suma de sus partes" porque "emergía" de las relaciones entre sus elementos externos e internos. Pero al reflexionar con más cuidado en torno a este problema, se ponía de manifiesto que la teoría de la emergencia no lograba dar cuenta satisfactoriamente de la intuición original de sistemas. Veamos por qué.

La intuición de sistemas establecía una distinción abrupta entre "todos" y meras "sumas de partes". Por ejemplo, las partes de un silla forman el todo "silla", mientras que el conjunto de un lápiz, un vaso y un cenicero, colocados juntos en una mesa, no forman ninguna unidad, no son más que una reunión de elementos dispersos. ¿A qué se debe esta diferencia? En el caso de la silla, el modo como están dispuestas sus partes es acorde con el propio de una silla. El otro conjunto, en cambio, no es identificable con ninguna cosa unitaria en particular. Pero, ¿de dónde viene el que la silla tenga un modo "propio" de disposición de sus partes? Evidentemente, esto está vinculado a lo que es, en general, una silla: un mueble para sentarse. Pero la silla sólo es lo que es en el ámbito de una cultura particular (la nuestra, Occidental) donde existen las sillas. Una silla colocada en un espacio cultural distinto, carente de sillas, no podría aparecer como "una silla". Más aún, probablemente no aparecería ni siquiera como una cosa, como un "todo", sino como un conjunto disperso de cosas apiladas en un mismo lugar.

 

La reflexión anterior reafirmaba la intuición de que el todo de los fenómenos dependía de su contexto. Pero ese contexto no eran las relaciones con otros fenómenos, sino el ámbito cultural en el cual aparecía el fenómeno y que le brindaba su sentido particular. La teoría de la emergencia no lograba aprehender el verdadero carácter de la trascendencia holística, pues suponía que un conjunto de elementos, primariamente dispersos, era capaz de producir, por sí solo, unidad. Tal suposición se fundaba en el mismo dogma que daba vida al reduccionismo, a saber, que la realidad primaria de los fenómenos son sus componentes. Se planteaba, por tanto, la necesidad de desarrollar una plataforma conceptual que pudiera dar cuenta de la trascendencia holística como un "acuerdo" entre el fenómeno y el contexto cultural del cual depende su sentido. Por su parte, la comprensión sistémica de un fenómeno se perfilaba como un proceso de revelado de su sentido y de las condiciones de posibilidad de ese sentido.

 

La esquizofrenia institucional latinoamericana

La segunda problemática que dio origen a la Sistemología Interpretativa fue la de comprender sistémicamente las organizaciones públicas latinoamericanas. De acuerdo con lo dicho anteriormente, esto debía consistir en revelar el sentido de estas organizaciones y las condiciones de posibilidad de ese sentido. Pero, al abordar la investigación de este modo, inmediatamente se ponía de manifiesto un extraño estado de "esquizofrenia" (desdoblamiento de la personalidad) en el cual estas organizaciones se encontraban. Por una parte, su sentido formal se enraizaba en una cosmovisión moderna, la cual suponía que ellas debían contribuir con el proceso de desarrollo de nuestras sociedades "atrasadas" del Tercer Mundo. Pero, por otra parte, el sentido que efectivamente parecían desplegar estas organizaciones en nuestras sociedades —donde la cosmovisión moderna aún no había echado raíces de manera sólida— difería mucho del formalmente establecido. Esto permitía que el comportamiento de nuestras organizaciones públicas tendiera a alejarse considerablemente de sus propósitos "modernizadores" formales.

Tal distancia era poco percibida socialmente —lo cual contribuía con su persistencia. Incluso en los casos en los que se tomaba cierta conciencia de ella, y se intentaba corregirla, tales intentos eran ciegos ante el hecho de que su origen radicaba en las diferencias existentes entre la cultura no-moderna de nuestras sociedades y la cultura moderna de las sociedades industrializadas. La distancia era abordada como un problema meramente técnico, consistente en afinar los "engranajes" de la organización para producir el comportamiento deseado. Era evidente que tales intentos eran producto de una concepción reduccionista de las organizaciones, basada en la suposición de que ellas podían ser comprendidas exhaustivamente mediante el simple examen de sus relaciones internas y externas. En consecuencia, estos esfuerzos, al carecer de una comprensión global del fenómeno que tomaban como objeto de su intervención, recurrentemente fracasaban en sus intentos de reforma.

El enfoque de sistemas podía brindar una comprensión global de la distancia existente entre los fines formales y el comportamiento efectivo de nuestras organizaciones públicas. Pero tal comprensión no necesariamente debía conducir a encontrar modos más efectivos de cerrar la distancia misma. Porque se ponía de manifiesto que esta distancia era producto de un intento por "transplantar" instituciones qué sólo tenían sentido bajo una visión moderna del mundo (propia de las sociedades industrializadas) a nuestro suelo socio-cultural no-moderno. Esto ponía en tela de juicio el sentido mismo de ese intento de "trasplante", y por tanto, la pertinencia del afán por adecuar el funcionamiento de nuestras organizaciones públicas a esos fines formales modernos.

 

Adicionalmente, la investigación sistémica de estas organizaciones debía condicionar la misma definición de la plataforma teórica del enfoque de sistemas. En efecto, si la definición de tal plataforma era abordada con un enfoque sistémico, necesariamente debía consistir en un revelado del sentido del enfoque de sistemas y del contexto del cual dependía ese sentido. Era necesario comprender a qué obedecía la aparición de un enfoque opuesto al de la ciencia moderna en nuestro ámbito cultural —donde el pensamiento reduccionista dominaba el modo como eran abordados los fenómenos. Los estudios organizacionales, al ser conducidos bajo un enfoque de sistemas, revelarían diversos aspectos de ese contexto cultural. Esto permitiría comprender mejor el papel del pensamiento reduccionista en nuestras sociedades y, por tanto, la naturaleza del carácter revolucionario del enfoque de sistemas. De esta manera podría ganarse una mejor comprensión acerca de cuál era la plataforma teórica apropiada para este enfoque.

 

La reflexión en torno a las dos problemáticas anteriores condujo a la formulación de una primera versión de las Bases Conceptuales del Enfoque de Sistemas, la cual fue presentada a la comunidad sistémica internacional mediante la publicación de los siguientes cuatro artículos en la revista "Systems Practice" (actualmente "Systemic Practice and Action Research"):

 

Fuenmayor, R. y López-Garay, H. "The Scene for Interpretive Systemology". Systems Practice, 4(5); 1991. pp. 401-418.
Fuenmayor, R. "The Roots of Reductionism: A Counter-Ontoepistemology for a Systems Approach". Systems Practice, 4(5); 1991. pp. 419-448.
Fuenmayor, R. "The Self-Referential Structure of an Everyday-Living Situation: A Phenomenological Ontology for Interpretive Systemology". Systems Practice, 4(5); 1991. pp. 449-472.
Fuenmayor, R. "Truth and Openness: An Epistemology for Interpretive Systemology". Systems Practice, 4(5); 1991. pp. 473-490.

 

Este trabajo dio pie al desarrollo de la labor de investigación que hoy constituye el eje central de las actividades del CSI.

 

 

 

 

 

 

 

 

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