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Coordinador:

Prof. Ramsés Fuenmayor

 

Tema de investigación

"Autonomía", "libertad", "justicia", "democracia", "educación", son algunas de la palabras que no podrían excluirse de una lista de los conceptos fundamentales del pensamiento moderno. Estas nociones adquirieron especial resonancia en el llamado proyecto de la Ilustración. Nos referimos al "proyecto de la Ilustración" tal como fue concebido originalmente por pensadores de la talla de Immanuel Kant.

El proyecto de la Ilustración pretendió transformar un orden social regido por la tradición y la religión en otro diseñado racionalmente para servir un ideal de justicia universal. En esta nueva sociedad racional los individuos actuarían de acuerdo con el ejercicio individual de la razón. Este ejercicio debía conducir a la generación de normas de comportamiento de validez práctica universal; es decir, constitutivas de un orden justo en el cual todos los seres humanos fuesen tratados como fines en sí mismos. De este modo, la razón conduciría la discusión del los fines institucionales en el foro político del que, continuamente, se alimentaría el orden social racional ("reino de los fines"). El ejercicio individual de la libertad, bajo esta concepción, era la voluntad y la capacidad de usar la razón como guía del comportamiento individual en contra de los mandatos provenientes de las inclinaciones corporales y de la tradición que resultaran opuestos a los mandatos de la razón.

En este orden de ideas, el proyecto de la Ilustración concibió la educación como el proceso mediante el cual los individuos se constituirían en seres racionales autónomos, de manera tal que, mediante el ejercicio de esa autonomía, participasen en la continua y nunca acabada construcción de un orden social cada vez más justo. Su modo de participación fundamental sería la participación política: el uso público de la razón en la discusión de fines en torno al bien público. El cultivo de la razón, meollo del proceso educativo, contenía como nivel más fundamental el cultivo de las habilidades intelectuales básicas: cultivo de la capacidad para leer textos de variados grados de complejidad conceptual; cultivo de la capacidad para narrar, describir y expresar ideas de cierta complejidad en forma oral y escrita; cultivo de la capacidad para dar cuenta del ocurrir cotidiano y de lo que se considera como bien público; cultivo de las matemáticas, de las ciencias básicas y de las artes. Bajo esta perspectiva, la adquisición de conocimientos de asuntos específicos sería más un medio para el cultivo de esas capacidades intelectuales básicas que un fin en sí mismo.

Hoy, en los últimos días del siglo XX, estas ideas en torno a la educación nos suenan familiares y, en principio, las aceptamos con agrado. Pero, frecuentemente, las aceptamos más como declaraciones pomposas y decorativas en torno a la educación que como su verdadero propósito. Si lo pensamos con calma, descubrimos que el propósito que la mayoría de nosotros realmente le asigna a la educación en el presente es el de la formación de los técnicos necesarios para construir y mantener un aparato industrial destinado al crecimiento económico sostenido. "Lo demás" —la formación política, moral, "integral", etc.— lo consideramos subalterno. Si lo pensamos aún con mayor detenimiento y agudeza, descubrimos que esta concepción instrumental que nos domina actualmente —la de la formación de técnicos— no es sólo una mera alteración en el énfasis del discurso con respecto al de la Ilustración. No, esta concepción instrumental de la educación es, lógicamente hablando, la antítesis de aquella educación para la libertad y la justicia. Esta educación instrumental pone todo su empeño en la formación de técnicos que manejen los medios para fines dados; fines que ellos no pueden ni deben discutir. Se trata del proceso de adiestramiento de seres humanos que carezcan de la formación y de la voluntad para ser ciudadanos libres en búsqueda de una humanidad justa. Si esto es así, ¿qué ocurrió con la educación propia del proyecto de la Ilustración?

Entre filósofos y todos aquellos pensadores que hayan comprendido el sentido del proyecto de la Ilustración y el devenir histórico al cual se asoció, hay, actualmente, un acuerdo bastante generalizado sobre el fracaso de dicho proyecto. El fracaso del proyecto de la Ilustración ha implicado el paulatino olvido de su proyecto educativo. Pero este fracaso no sólo debe entenderse como el fracaso de una intención que no logra su objetivo, pero que se mantiene como intención. Se trata, más bien, de un "olvido" de la propia intención motora del proyecto; olvido que se hace patente si nos percatamos de la transformación que sufrió la noción de "progreso" en este período de aproximadamente 200 años que nos separa de su nacimiento. En efecto, el progreso, idea pivote del proyecto de la Ilustración, dejó de ser progreso de la razón (o del espíritu) —racionalización moral ("práctica") de nuestro actuar individual y social— para convertirse en mero progreso económico y tecnológico. El progreso económico (aumento en indicadores económicos) y el tecnológico (mayor eficiencia, eficacia y "amigabilidad" del instrumento tecnológico) son entendidos como fines en sí mismos. Esa nueva noción de "progreso del individuo" es, desde el punto de mira del ideal de la Ilustración, un terrible empobrecimiento de la idea ilustrada de progreso. Es la socavación de su base, seguida por su inevitable derrumbamiento.

Ahora bien, no se trata del derrumbamiento de una idea más del proyecto de la Ilustración: El progreso, mucho más que una idea, fue el hilo conductor de una gran narrativa matriz (o "meta-narrativa") que contaba cómo llegamos a ser lo que somos, y que, por tanto, le dio sentido a la vida individual y colectiva en Occidente durante un siglo y medio. Por esta razón, el profundo debilitamiento de esta narrativa matriz tiene implicaciones en el presente que van mucho más allá de un mero cambio en las ideas del proyecto de la Ilustración. Se trata de la transformación de esa matriz de sentido que le da su lugar a lo que ocurre dentro de un contexto global. Pero, en el caso que nos ocupa, la transformación va más allá de una mera transformación de la narrativa matriz —como, por ejemplo, la narrativa religiosa que dominaba en Europa hasta la primera mitad del Siglo XVIII fue paulatinamente sustituida por la narrativa del progreso. El dominio de la racionalidad instrumental en el mundo actual no implica un simple cambio de racionalidad, propio de un cambio de narrativa matriz. Implica la paulatina disolución de la narrativa matriz per se —el olvido de un modo de pensar y actuar, que le brinde su sentido holístico a lo que ocurre. Implica el paso a un modo de vida en el que el individuo no puede ni quiere dar cuenta de lo que le ocurre dentro de una totalidad de sentido. En pocas palabras, la vida individual y colectiva se vacía de sentido.

Parece obvio que lo único que se puede hacer para detener este proceso es emprender la búsqueda de esa narrativa matriz que dé la mejor cuenta posible de cómo llegó a ser el mundo que hoy habitamos. Luego, habría que enseñar (especialmente, a las nuevas generaciones) esa narrativa matriz, y cómo lo que se presenta en nuestro mundo encaja (o deja de encajar) en ella. La primera tarea ya fue iniciada por los más notables pensadores de este siglo a partir del trabajo pionero de algunos filósofos del siglo pasado. En efecto, en este siglo, la obra de pensadores tan diversos como Martin Heidegger, Ludwig Wittgenstein, T. Adorno, Michel Foucault, J.F Lyotard, Alasdair MacIntyre, Charles Taylor, Jürgen Habermas, Richard Rorty, Gilles Deleuze, J. Baudrillard —para mencionar algunos— constituye un rico aporte para la gran tarea del presente. Obviamente esta tarea no tiene una terminación visible; se trata, por el contrario, de una búsqueda de nunca acabar.

Nuestro propósito es abordar la segunda tarea, es decir, diseñar un sistema educativo cuyo eje central sea el cultivo de una madeja narrativa ("narrativa matriz") en la que las prácticas sociales fundamentales de nuestra cultura tengan sentido. Nos referimos al cultivo del niño en una narrativa matriz que le brinde sentido a las ciencias, las tecnologías, el trabajo, las instituciones sociales, la relación con los otros, la experiencia de sí mismo, etc. De esta manera, se pueden preparar las nuevas generaciones de modo que contribuyan en prácticas específicas de la sociedad, pero que sean capaces de situar su labor dentro de una totalidad en la que también se insertan los otros aspectos de su vida. ¿Se trata, acaso, sólo de enseñar filosofía contemporánea en la escuela? —No. Por lo menos, no, del modo como usualmente se entendería este "sólo enseñar filosofía contemporánea en la escuela". El objetivo del proyecto educativo que nos ocupa es el de diseñar un nuevo sistema educativo que, alimentándose del trabajo que se adelanta en este siglo para comprender nuestro devenir histórico después del agotamiento de la narrativa del progreso, le brinde sentido histórico a todo el cuerpo de conocimientos y habilidades que se imparten en la escuela.

 

Método de trabajo

El diseño contempla varias tareas:

1.      Diseñar una especie de “guión histórico” general que le proporcione una primera forma básica a la narrativa matriz. Esto no sería otra cosa que un cuento que narre cómo llegó a constituirse nuestro presente en el modo como se nos presenta. La madeja narrativa aportada por la filosofía contemporánea encontraría su campo de debate en ese cuento —tanto para encajar en él como para cuestionarlo e irlo modificando.

2.      Mostrar cómo, a la luz de ese guión histórico, se puede ver que las grandes revoluciones educativas de la historia Occidental obedecen a la necesidad de lidiar con cambios epocales —asociados estos, a su vez, a cambios en la narrativa matriz. En particular, intentaremos construir dos modelos que sirvan de comparación y contraste con nuestra situación actual: i) el proyecto educativo de la Grecia clásica ante la pérdida de poder de la narrativa homérica, y ii) el proyecto de educación de la Ilustración ante la pérdida de poder de la narrativa cristiana.

3.      El diseño propiamente dicho (alimentado continuamente por las otras dos actividades antes descritas) de un sistema educativo para la escuela de la Venezuela del presente. La idea que subyace en éste diseño es muy simple: La columna vertebral de todo el proceso de enseñanza-aprendizaje será la lectura de cuentos —al principio, simples cuentos infantiles, luego y gradualmente, cuentos que comienzan a vincularse más directamente con la narrativa mencionada en 1). En esta lectura de cuentos se distinguirán dos actividades fundamentales que estarán presentes a lo largo de todo el proceso:

·        Cultivo de los cuentos: Tiene por objetivo lograr destreza en el lenguaje y en las habilidades intelectuales básicas. Esta actividad estará constituida por sub-actividades tales como las siguientes: luego de una primera lectura, cada cuento se contará y comentará reiteradamente, en lenguaje oral y escrito; se resumirán los cuentos; se discutirán sus interpretaciones; se obtendrán sus moralejas; se construirán nuevos cuentos a partir de los originalmente leídos; se emprenderán otras actividades en torno a los cuentos tales como dibujos, bailes, cantos, excursiones, etc.
·        Derivación de contenidos temáticos a propósito de los cuentos: A lo largo de la lectura y del cultivo de los cuentos, se introducirán temas (los cuales, en el actual sistema educativo, se encuentran ubicados dentro de materias tales como matemáticas, física, historia, etc.) que, desde el punto de mira del cuento, enriquezcan la comprensión del mismo. De este modo, bajo la perspectiva narrativa y aprovechando su poder integrador, se irán introduciendo los temas que hoy constituyen los programas de estudio. Esto significa que, en un momento dado, dentro del contexto de un cuento específico la actividad escolar se abocará, por ejemplo, a comprender que son los números fraccionarios y cómo operar con ellos.

 El diseño del proceso educativo en torno a cuentos pretende crear textos guías que contengan de manera muy específica y detallada todo lo que se irá haciendo en el salón de clases. La razón de esta especificidad descansa en que partimos del hecho de la muy mala preparación actual de nuestros maestros. El texto guía le servirá al maestro para aprender mientras enseña.



Publicaciones más relevantes

  1. Suárez, R.T. El sentido histórico del proyecto educativo de Lutero (I). Frónesis, Vol. 10, No. 3, 2003, p. 9-56. Universidad del Zulia. Maracaibo, Venezuela.

  2. Suárez, R. T. El sentido histórico del proyecto educativo de Lutero (II). Frónesis, Vol. 11, No. 1, 2004, p. 41-81. Universidad del Zulia.

 

 

 

 

 

 

 

Diseño Gráfico: Lenin Quintero Texto: Ramsés Fuenmayor